Conventillo reciclado: Furia está desenfrenada con su violencia. La gente en las redes dijo que fue farsa el paseo de Catalina por la casa y la expulsión de la dudosa amiga de Juliana. Los uruguayos acusan a Virginia por xenofobia. ¿La franquicia local de GH verá preocupada la viciada configuración que produce en la Argentina?

Crédito: Canal de Youtube Gran Hermano Argentina (Captura de video)
La casa es un conventillo reciclado. Se suceden grotescas situaciones reales entre los participantes y sus familiares y amigos también internados esta semana. A esa realidad de sainete se agrega el ingrediente de las maniobras de los responsables del ciclo.
La producción, si tiene algún mérito, es ser tenaz en sostener como sea el rating y la pauta publicitaria que generan lo que, de confirmarse, podría calificarse de farsescos arreglos y de usufructuar el morbo de una parte del público propenso a naturalizar estos arrebatos de violencia verbal y gestual de Furia.
Estos insultos, gritos, amenazas y discriminaciones que han llegado al paroxismo en las últimas semanas y sobre todo en los últimos días a medida que se acerca la final, son atractivos, evidentemente, para una gran franja de seguidores de la doble de riesgo y sus émulas.
Socios de la violencia
Y esa crispación convoca y atrae a una influyente porción de la audiencia, a la vez sus votantes en las nominaciones; lo que los ha elevado a la categoría de protegidos por GH. “Sin ellos esta temporada habría sido aburrida y poco atractiva”, parecen concluir en sus devaneos los productores.
Además esa ancha banda afín a la belicosidad de algún modo simboliza un aún inmensurable sector social que se siente cómodo y se complace con la violencia en diversas formas.
Pero estos actos, perturbadores para el resto de los televidentes ajenos a la violencia y el escándalo, no cuentan con intervención ni reprobación explícita y firme de GH.
Al punto que la sanción “gravísima” contra Juliana, que consistió en que permaneciera nominada hasta el fin del ciclo, anunciada tras algunos de sus excesos por el engolado locutor de GH la semana última, le fue condonada sin más este domingo 19.
Furia, un indomable dilema para GH
En un artículo anterior comentamos que esta temporada los productores de GH erraron en el perfilado del casting. Si bien buscaron un clima más agresivo y especulador en el juego que el ciclo anterior, quedaron atrapados por el contraste entre un personaje indomable y riesgoso como Juliana, y el resto del elenco, que falló en la confrontación y competencia buscada y fue un fiasco por la pasividad ante la adversaria y su fandom cautivo e incondicional como ningún otro.
Indudablemente este Gran Hermano 2024 fue y es un éxito comercial.
Pero hoy ese frankestein furioso e incontrolable se volvió un pesado dilema, que más allá de la eficacia en audiencia y en la recaudación, enfrenta al producto y su imagen a una presión y condena en la opinión pública que está obligando a replantear el armado. Descubren que la violencia y la iracundia pueden no ser rentables a largo plazo.
O sea, deja de ser una “gravísima” sanción solo porque conviene a los fines de una producción que no repara en los medios empleados para conseguirlos.
Este trato desigual ante el público alimenta la sospecha de que se favorece a jugadores que sirven al fin solo lucrativo, lo cual, además de perturbar a quienes eligen y demandan un programa con su formato original, está cargado de desprecio y subestimación hacia la gente.
Según los resultados de las votaciones negativas y el escrutinio provisional de ellas, en el que Furia obtiene un promedio del 50 a 60 por ciento de aprobaciones, se podría inferir que para los responsables del programa el 40 ó 50 por ciento de espectadores restantes no son merecedores de respeto, pese a la queja y condena que satura las redes sociales.
El contexto externo
En GH participa gente común y real, no actores profesionales. ni es una simulación de la realidad como Truman Show (aunque las presuntas manipulaciones del formato lo pongan en duda).
Tampoco esas situaciones reales suceden en un consorcio de departamentos, ni en una unidad penitenciaria, ni un hotel, ni una casa de gente común en un barrio.
Por lo tanto no hay reglamentos de copropiedad ni de convivencia, ni reglas legales de una cárcel, ni normas de etiqueta de un hotel, ni vecinos por los que haya que tener comportamientos de coexistencia armónica y sin causar incidentes. Si es por esa situación especial de la casa, la libertad podría ser absoluta, sin límites, incluso al borde o dentro de tipificaciones delictuales porque sería la ley de la selva.
Sin embargo, el dueño de la casa parece poner ciertas reglas tan flexibles como su conveniencia lo dicta. Sus límites son que el escándalo o la violencia no impliquen el desalojo de la audiencia, o sea del rating.
Tal política del programa, de ser verdad, el espectador podría considerarla como desprecio y cinismo por parte de GH. Porque si bien no hay alguno de esos contextos antes mencionados, sí hay una porción numerosísima de público televidente, casi el 50 por ciento de su target, que es como un “vecino” de consorcio o barrio que ve, oye y siente todo desde su ventana, o sea la pantalla de TV. Que no quiere soportar un clima plagado de escenas de violencia verbal y gestual, de crispaciones y tensiones permanentes, de intolerancia y maltrato, de discriminaciones, xenofobias y homofobias.
Parece convencida la producción de que es tanta su pericia para el ninguneo del público indignado, para montar sainetes y burlescos y otros manejos, que suponen que su habilidad supera a la perspicacia del público.
Cumplen así la regla de que no hay nada más insolente que la ignorancia.
Malas actrices y burdo montaje
Ejemplo de los aparentes burdos montajes fue cuando Catalina volvió a ingresar brevemente a la casa durante un “congelado”, con la misión de dejar un comunicado, que implicaba la expulsión del familiar del jugador que agarrara el sobre que lo contenía.
La ex jugadora y médica pediatra Catalina, reconocida en su reciente estadía en GH por sus desbordes emocionales, insultos homofóbicos, y situaciones de violencia verbal casi cercanas a las protagonizadas por Furia, dejó el sobre junto a la puerta del confesionario, el lugar de la casa más cercano al pasillo, donde -no casualmente por supuesto- estaba Juliana, el cual a la vez era el sitio más alejado del resto de los jugadores.
Obviamente el sobre lo agarró Furia. Por supuesto que tanto Catalina como la destinataria del comunicado sabían de su contenido. Al punto que, dadas las inexistentes cualidades para la actuación de ambas, fue visible en sus rostros la falsedad de la situación.
A la vez, como la amiga de Furia ha dado más el perfil de extra de una ficción que de persona de real conocimiento de la jugadora -quien en momentos ni recordaba su nombre-, para Juliana la puesta en escena era solo una más de las manipulaciones a las que es aliada y favorecida desde su ingreso al reality.
La salida de su supuesta amiga no las afectó a ambas y así lo mostraron sin disimulo tras conocer el contenido presuntamente secreto del sobre.

Juliana y Rocío y una expulsión sin impacto
Crédito: Canal de Youtube Gran Hermano Argentina (captura de video)
La permanencia de Juliana no será afectada; ni siquiera corre riesgo de nominación negativa porque -como fue dicho antes- su sanción fue indultada ¿solo por una gala?.
Para más ventaja de esta protegida interna de GH, el domingo próximo la votación del público mediante mensajes al 9009 (que según algunos cálculos no oficiales deja una recaudación semanal de unos 100.000 dólares) será positiva. No hay riesgo alguno para ella. Ni mucho menos para el dueño de la casa.
¿Qué piensa el verdadero hermano mayor?
Quizá el hermano mayor en Argentina, Banijay Rights, propietario de la franquicia de este excelente formato, haya puesto la mira en este descontrol, y demuestre que su producto no solo persigue el rating y la pauta publicitaria, sino que entiende que está bien que se destaque un personaje que genere y traccione historias y seguimiento de los fans, pero que eso no habilita que ese personaje compita en ventaja desleal como jugadora y menos aún apelando a la violencia.
Porque quizá entienda Banijay que ese modelo, que parece tramposo, puede hacer que el consumidor reclame por el presunto engaño -como lo hace soberanamente- y no vuelva a comprar el producto.
La paciencia del espectador con este GH parece infinita. Pero solo si se la iguala con la que tiene cuando a una mala película le adivina el final y pese a ello la ve completa, porque así pasa el rato y termina los pochoclos. Pero, cuidado, cuando elija otra, seguramente no será del mismo elenco de actores y realizadores.
Es una temporada de GH en la que aflora la clásica avivada argenta en una producción local cuya mediocridad no hace más que desprestigiar el formato. Y desperdiciar una formidable inversión en excelentes tecnologías, dirección y operación de cámaras, locación y logística de un originalísimo producto que emplea decenas de personas capacitadas para gestionar el medio televisivo.
Todo esto que podría calificarse de amañado desvergonzado es tolerado y aguantado pasivamente por quienes se sometieron a ese aislamiento por propia voluntad, por ambición de fama y por oportunidades en la farándula.
Pero no es comparable con el agravio que conlleva para el público lo que la gente califica como una farsa que ha sido montada últimamente.
Mentirity, no reality
El televidente espera ver un reality de calidad mundial, no un mentirity chapuza.

Las redes sociales hierven de repudios a lo que ven como un engaño.
Como se ve en la captura a la izquierda de esta columna, en un par de mensajes en Instagram en la noche del jueves, cuando Catalina operó en la entrega del comunicado, se representa y sintetiza, con la transparencia de la gente común, el análisis crudo de la supuesta manipulación del formato.
Este es un síntoma que se repite desde que el público advierte que el programa no es el atractivo fenómeno de mostrar la intimidad de la convivencia y adaptación de gente real y común.
Cuando en realidad es un compendio de dos acciones de simbolismo completamente negativo, contrario a la convivencia y capacidad de adaptación esenciales en el formato que hizo famoso y único en el mundo a Gran Hermano.
Una acción es la violencia verbal y gestual -cuando no física-, cargada de intolerancia, discriminación y de toda expresión sociópata y antisocial de algunos de sus jugadores, que además una gran porción de televidentes sospecha que son favorecidos o adulterados como tales por los responsables del ciclo y del canal.
La otra, la pasividad, lindante con la complicidad ante la misma violencia y alimentada por el miedo o la indolencia ante el maltrato, que exhiben los restantes jugadores como actitud presuntamente proactiva para ganar el premio.
Crédito: Canal Gran Hermano Argentina/Youtube.com
El hermano de Bautista nomina y denuncia a Virginia
(Click en el botón de abajo para ver esa parte del video)
Acusan los uruguayos a Virginia de xenofobia
También hubo agitación en las redes por la actitud que roza la xenofobia de la jugadora Virginia, quien en varias oportunidades manifestó con su estilo agrio que este GH no puede ganarlo un uruguayo porque es un programa argentino.
Ignora Virginia al proferir esa exclusión, o elude aceptarlo, que no se trata de una competencia entre países. GH convocó a personas sin distinción de género, religión, nacionalidad, ideología, situación social o económica. No hay discriminación en la propuesta de GH.
No merecen un trato despectivo nuestros vecinos regionales, entre ellos los uruguayos, gente de cortesía, educación y cordialidad, tal como lo demuestra Bautista y también lo hizo Rosina.
¿Nominados o candidatos políticos?
El conductor, Santiago del Moro, y los flojos panelistas que lo acompañan, comentan situaciones también amañadas en favor del programa (con la excepción de uno de ellos, periodista de trayectoria que no parece sentirse cómodo con el papel que debe representar) y dan sustento y se suman a la permisividad ante el reiterado escenario de violencia y agresividad.
Estos voceros de GH replican a las críticas con el resonado argumento de que es el público que vota por la permanencia de la escandalosa jugadora. No es una respuesta consistente.
Porque parecería que esta producción (al igual que la denominada “casta” en la política) manipularía la escena previa mediante supuestamente conducir, puntear y encuadrar los candidatos para ocupar las listas, o en el caso de GH las nominaciones. De modo de así presuntamente direccionar los apoyos o rechazos de jugadores. Después los acólitos o seguidores no tienen opción, la boleta o placa por votar es la que parecería que rosqueó la “casta” (o la producción).
Los productores de GH evidencian que han puesto todo lo necesario para sostener a la furiosa recaudadora de puntos de rating y de publicidad.
Hasta facilitarían, y cabe suponer que promoverían, según versiones no verificadas de medios del espectáculo, que el fandom de Furia infle las votaciones de los nominados mediante la recaudación de fondos para costear los miles de mensajes repetidos por integrantes del grupo al 9009. Cada voto por SMS cuesta 20 pesos y por enviar 20 juntos, 500 pesos. La financiación, hasta donde se puede saber, supuestamente proviene de la organización de rifas, encuentros gastronómicos y otros eventos.
Así cualquiera, Big
Los productores de GH tienen la ventaja de que la televisión está en virtual quiebra, sin producciones propias, sin ficciones, con reducciones de planteles. Su única competencia es el fútbol, pero el mismo canal amortiza el costo porque transmite los partidos.
Esa prerrogativa no es eterna. Más allá de la clientela cautiva de preadolescentes y adolescentes tan sectarios de estos ídolos como de cualquier otro y que llenan las tribunas y gritan con la misma furia de Juliana, el encendido para GH abarca también otro público que no deberían soslayar para sostener el producto sin decaer.
No es el mismo público algo ingenuo e infantil de los 60, que bancaba el tongo de “Titanes en el ring”, o el de “Colosos de la lucha” en los 80. Que sabía que era todo ficcionado, que el árbitro William Boo era parcial y tramposo de mentiras. Había un acuerdo tácito. Nadie se sentía engañado por el engaño.
Hoy el público no solo se siente embaucado. Lo peor que le pasa, y que como buen argento no perdona, es que lo tomen por boludo.