Aunque su calidad de realización, dirección de cámaras y edición es de la mejor televisión mundial, su premisa de observar sin interferencias la convivencia de personas diversas en un entorno cerrado cayó víctima de la voraz y furiosa intromisión de la producción

La actual temporada 2023/24 de Gran Hermano Argentina parece haber perdido gran parte de esa esencia que caracterizaba al programa insignia mundial de los realities.
A través de diversas y cuestionables decisiones de la producción se ha generado una evidente manipulación y sesgo en el tratamiento de los participantes, afectando seriamente la integridad, consistencia y transparencia del formato.
El indudable y legítimo primer puesto en la carrera a la final logrado el lunes último por parte de Juliana “Furia” Scaglione, que venció rotundamente (por más de 14 puntos porcentuales) a su rival en la nominación, Catalina, no fue resultado de un juego perfectamente limpio.
Fueron muchas las actitudes groseras, violentas, amenazantes, agraviantes y hasta discriminadoras cometidas por esta participante, y que no recibieron sanción alguna de los responsables del programa. Quienes a cambio parecían otorgarle muy sospechosas ventajas. En las que aleatoriamente se evidenciaba que la jugadora contaría con información obtenida mediante acceso a fuentes ajenas al interior de la casa.
O que lograba tiempos de exposición ante las cámaras mejor editados y en posiciones horarias pico, las que además muchas veces eran interrumpidas cuando sus dichos no la favorecían.
O cuando respondía desafiante al propio GH o a la producción. Como esa noche de marzo en que se negó a acudir al confesionario y quitó las baterías de su micrófono ante la pasiva mirada del dueño de la casa.

También el conductor Santiago del Moro, que ha demostrado habilidad y carisma en su trayectoria como animador, en este formato hubo momentos en que se desenfocó de su mejor rol y fue copartícipe de la elusión, seguramente inducida por la producción, de plantear un claro señalamiento y condena de actitudes y lenguajes reprochables por parte tanto de Furia como de Catalina. Inclusive exageró elogios hacia ellas mientras el público en las redes protestaba masivamente por lo mismo.
Del Moro fue superado en momentos por la dinámica de la desprolija producción, obsesionada en la manipulación del vertiginoso ciclo de este año.
Sesgos y favoritismos en la conformación del elenco
Desde el inicio de esta edición, resulta palpable que la selección y composición del grupo de participantes no ha sido del todo orgánica ni representativa de la diversidad de la sociedad argentina. Por el contrario, parece haber un marcado sesgo hacia personajes con perfiles claramente polarizados.
Hoy es extendido comentario, y “denuncia” en las redes sociales y entre espectadores y asistentes al estudio del programa, que los casos emblemáticos de Juliana “Furia” y Catalina muestran que, pese a sus actitudes verbalmente violentas y extremadamente agresivas en el trato con el resto de los participantes, han recibido un evidente favoritismo y una mayor exposición por parte de la producción.
Mientras tanto, como excepción que confirma la regla, otros concursantes que han adoptado posturas más pasivas y con escaso apego a un juego competitivo, a la vez sumisos ante los reprobables comportamientos de Furia y Catalina, han sido relegados a un segundo plano, sin recibir la misma atención ni directivas guionadas por parte del staff.
Ese modelo de producción no solo desvirtúa el sentido original del programa, sino que también envía un mensaje peligroso a la audiencia, normalizando y hasta premiando conductas inapropiadas que deberían ser sancionadas.
Manipulación de las interacciones y narrativas
Esta conformación sesgada del elenco (fruto de un casting deficiente, como se opinó en otra entrada en este blog), se percibe como una clara manipulación por parte de la producción en cuanto al desarrollo de las interacciones y narrativas dentro de la casa.
En reiteradas ocasiones se ha evidenciado la intervención de la producción para provocar disrupciones y conflictos, ya sea a través de la introducción de nuevos participantes o la generación de situaciones evidentemente guionadas, que parecen ir en detrimento de la naturalidad y espontaneidad que caracterizaba a este tipo de formatos.

Esa práctica erosiona gravemente la confianza del público, que espera presenciar las dinámicas de convivencia de una manera honesta y transparente, sin la intromisión indebida de los productores.
Así, tras la purga provocada por la defenestración de Catalina, la nueva zanahoria del minuto a minuto en el imbatible rating de esta temporada es la entrada triunfal, y desconcertante para los viejos habitantes, de Constanza “Coti” Romero, ex participante de la edición 2023 de GH.
Coti ya es una consagrada mediática, siempre en ascenso gracias a su belleza juvenil y picante, su carisma, sus pocos escrúpulos y audacia, su habilidad para el juego de la casa, y su carácter insolente y agresivo. Todo lo cual promete su segura permanencia y gran impacto sobre las estrategias de Furia, el chino Martín, y otros participantes de menor referencia. Probablemente llegue a la final y hasta quizá consiga expulsar a Furia. Si no se le une para avanzar hasta el último round. Todo está por verse en esta nueva configuración de la casa más espiada del planeta.
Impacto ético y social
Las disruptivas manipulaciones por parte de la producción de Gran Hermano Argentina tiene implicaciones éticas y sociales preocupantes.
No es justificación, como se esgrime desde el programa, que éste alcance picos asombrosos (para la época y para la TV abierta) de rating. Ni que GH da trabajo a centenares de personas, lo cual si bien es cierto, generoso y plausible, no acredita para bien lo que otros hacen mal con el mismo producto del trabajo.
Tampoco es justificación que dentro de las laxas reglas de convivencia del formato se deje en absoluta libertad, y sin respeto a las normas y consensos socioculturales del lugar de origen de la emisión, el lenguaje y las actitudes de los participantes. GH no es un reservado ensayo étnico de antropología, como para negar todo protocolo social. Es solo y nada más que un complejo -eso sí- programa de televisión con millones de espectadores de todas las edades, niveles culturales, económicos y sociales.
Responsabilidad del emisor
No es éticamente admisible que las autoridades del programa y de su canal de emisión no contemplen ni amonesten ni limiten la conducta y actitudes de personas sin experiencia en los medios, cuando éstas evitan todo compromiso con las más básicas normas de educación, respeto y tolerancia sociales e interpersonales y se sitúan al borde de comportamientos sociopáticos.
Tanto Juliana “Furia” como Catalina y, en menor medida, Agostina Spinelli, la ex policía bonaerense que salió intempestivamente de la casa tras una muy desubicada alusión en tono de broma al atentado terrorista contra la AMIA, han sido causantes de expresiones repudiables en numerosas ocasiones, ante la pasividad de la producción que, para colmo, las aprovechó para engrosar el rating y la pauta publicitaria con el impacto morboso de tales conductas.
Agostina protagonizó y también sufrió agresiones verbales de ambas compañeras de juego. Incluso recibió amenazas directas contra su integridad física en plena emisión del programa por parte de Furia. Al punto que su posterior propósito, de denunciar penalmente a Juliana y al programa por tales abusos, presuntamente fue persuadido mediante una conciliación a cambio de dinero y una casa, recompensados por GH, según reveló Angel de Brito en su programa LAM, en América TV.
Furia, como fue dicho al principio del artículo, fue extremadamente antisocial y violenta de modo explícito.
En tanto Catalina, pese a su formación universitaria en una carrera de marcados valores humanísticos y compasivos con el prójimo, como es la de médica especialista en pediatría, ha exhibido condenables actitudes, que sorprenden dada su profesión -cuyo ejercicio está destinado a la infancia-.
Excesos verbales, descalificaciones, insultos, e implícitas o manifiestas discriminaciones de xenofobia y homofobia contra compañeros de la casa, así como repetidos descontroles emocionales, ponen en cuestión el equilibrio psicológico y la consciencia moral de la jugadora salida de la casa el lunes último.
Ello debería haber exigido de los responsables de la producción y del conductor un mayor cuidado y un acompañamiento moderador de su censurable participación. Una acción preventiva que estuvo ausente, sobre todo en su primera internación en la casa.
Violencia y escándalos de la jugadora Catalina, médica pediatra, en Gran Hermano
Porque al normalizar y dar visibilidad a conductas abusivas y violentas, se envía un mensaje peligroso a la audiencia, especialmente a los sectores más jóvenes, quienes podrían interpretar erróneamente que este tipo de comportamientos son aceptables o, incluso, deseables.
Asimismo, el relegamiento de participantes con actitudes más pacíficas y conciliadoras refuerza estereotipos dañinos sobre el género, el liderazgo y la resolución de conflictos, lo cual puede tener un impacto negativo en la sociedad.
Se perdió la esencia
La actual temporada de Gran Hermano Argentina se ha alejado lamentablemente de los principios que alguna vez definieron a este formato: la autenticidad, la transparencia y el respeto por la diversidad humana.
La evidente manipulación y sesgos en la selección y tratamiento de los participantes por parte de la producción ha derivado en una edición que carece de la esencia y el atractivo que caracteriza a este tipo de realities. Esto no solo devalúa la integridad del programa, sino que también tiene implicaciones éticas y sociales preocupantes.
Es momento de que tanto la producción como el público reflexionen sobre la necesidad de volver a los orígenes de Gran Hermano, rescatando su verdadero espíritu de observar y celebrar la complejidad de la condición humana, sin caer en prácticas engañosas y manipuladoras.
La televisión es entretenimiento e información. En este mundo donde la tecnología está encarnada en la vida cotidiana de la humanidad entera, la TV también es formadora de la cultura, para mal o para bien.
Realidad pura
Bien hechos, programas como GH hacen mérito a la mejor televisión mundial. Más allá de los gustos y de las ideologías que lo juzgan, el máximo reality jamás superado pone en valor la ilimitada capacidad de creación y abstracción del hombre en el uso y desarrollo de esta extraordinaria herramienta de comunicación audiovisual.
GH penetra en los pliegues más misteriosos y auténticos de la condición humana sin desperdiciar la fantasía y la virtualidad que fluye de la magia de la televisión. Siempre y cuando, como en la física cuántica, el observador u operador no interfiera con su fisgoneo en la naturaleza propia del formato. Si lo hace, el resultado será inexacto, engañoso, modificado y sin preservación de la supervivencia de la pura realidad. Si pierde el original, sus días estarán contados.
GH no debería correr los riesgos de solo anteponer intereses comerciales o de rating por encima de la responsabilidad ética y social que deben guiar la creación de contenidos tan sofisticados y valiosos, en los que solo, exclusivamente, la pura realidad supera a la ficción.