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Pedazo de Atmósfera

La decadencia de los noticieros televisivos argentinos, el histrionismo y los “hechoides”

26/04/2024

Hay una profunda crisis de calidad profesional y contenidos informativos. Al borde del sensacionalismo amarillista, privilegian la distracción irrelevante, la manipulación por el rating e incluso la desinformación, antes que la información veraz

Noticiero en estudio
David Wilson/CC BY 2.0 https://creativecommons.org/licenses/by/2.0, via Wikimedia Commons

Además de apelar a temarios intrascendentes y triviales, los noticieros de la TV argentina se enfocan persistentemente en propagar tópicos policiales con imágenes de extrema crudeza captadas por cámaras de vigilancia, por el solo beneficio del impacto efectivo de tales temas en el rating, en una sociedad abrumada por la inseguridad y la violencia creciente.

Esta cobertura de la inseguridad es repetidamente desproporcionada y morbosa. Incluso con imágenes y secuencias de situaciones truculentas y atroces que no evitan mostrar sin un aviso previo, ni aplican bruleado a escenas gore de personas heridas, mutiladas o muertas. Todo lo cual no aporta alguna información valiosa para el público, ni es proactivo para dar transparencia al trabajo de organismos y funcionarios ministeriales, policiales y judiciales que tienen competencia y compromiso en ocuparse de este fenómeno inocultable, por cierto, en la actualidad.

Noticias sin valor periodístico

En el contexto y el precario formato en que se dan, estas noticias tampoco agregan cabal valor al producto periodístico en sí. Ni suman al público otra certidumbre que la persistencia de un axioma que padece diariamente en carne propia.

Solo es la emisión de una noticia que, en la mayoría de los casos, nada más exhibe escenas de víctimas del delito grabadas por una cámara neutral. Muy frecuentemente sin siquiera añadirle información consistente de las autoridades policiales ni judiciales. Ni testimonios vecinales que ayuden al esclarecimiento. Sino solo inconducentes expresiones de dolor y deseos de solución de un problema complejo y ajeno al voluntarismo. Es decir, nada que valide, consolide y sostenga profesionalmente la edición y publicación.

El único aporte es agobiar al espectador con el miedo y la impotencia ante una realidad que aparece intocable y fatalmente irresoluble tras la pantalla.

Este modelo de noticieros ha desbalanceado la agenda informativa en la televisión, en contraste con la cobertura de mayor calidad, equilibrio y diversidad noticiosa en las radios y la prensa escrita.

De tal modo ese patrón televisivo ofrece al público una realidad parcializada que ignora otras aristas importantes de la actualidad, en la que la economía, política, cultura, ciencia y otras materias trascendentales reciben un tratamiento muy limitado, cuando no son directamente ignoradas.

Gillo Dorfles
Gillo Dorfles (MITO SettembreMusica, CC BY 2.0 <https://creativecommons.org/licenses/by/2.0>, via Wikimedia Commons)

A ese sesgo le agregan que, en lugar de ampliar el panorama con otros hechos informativos, se esmeran en divulgar “hechoides“. Singular y expresivo término creado por el escritor, médico psiquiatra, crítico de arte, pintor, profesor y filósofo italiano Gillo Dorfles, en alusión a un “hecho falsificado”.

Dorfles, fallecido en 2018 a los 107 años, fue también inventor de la curiosa definición de “hombre kitsch“, en referencia al artista generador de la estética del mal gusto. El término kitsch se aplicó luego a otras disciplinas con el mismo sentido, y podría ser apuntado también a este tipo de noticieros.

La falta de equilibrio y pluralidad temática empobrece la oferta noticiosa. El espectador recibe una “realidad” tendenciosa, manipulada para fines comerciales que se sustentan en la búsqueda de mayor audiencia minuto a minuto y a todo costo. Se priva al público de una visión más amplia, variada y representativa y se deforma la percepción de la materialidad circundante.

Caos auditivo, voces superpuestas, protagonismo desmedido

Pero el problema no se agota allí. La decadencia profesional del periodismo en la televisión (excepto escasas excepciones que confirman la regla) infecta a una mayoría de conductores y periodistas de modo preocupante.

Abundan presentadores de noticias que, en reemplazo de una conducción profesional, imparcial y orientada a informar, facilitan el caos auditivo de voces superpuestas, el histrionismo, y el protagonismo desmedido del periodista en desmedro de la información.

El conductor y los panelistas solapan las voces de unos sobre otros en discursos cada vez más inaudibles para el espectador, que así asiste a un clima casi callejero o de charla de café que nada tiene que ver con un noticiero profesional.

En un despropósito permanente, interrumpen constantemente a sus entrevistados en el piso, o a quienes reportean desde móviles en exteriores, con preguntas preelaboradas y, por ello, sin relación con el discurrimiento espontáneo y en tiempo real del tema en tratamiento.

Lejos de escuchar y dejar que el mensaje del entrevistado fluya con coherencia, los considerados periodistas sólo esperan el momento para meter su frase hecha, cortar el hilo argumental y capturar cámara para sí.

Esta práctica desprolija y caótica para el televidente delata la baja calidad profesional de buena parte del gremio. Meros buscadores de fama sin capacitación -o con ella, pero sin respeto al buen oficio- se prodigan en frases hechas y aspavientos con el único objetivo de quedar bien individualmente ante las cámaras, a costa de desvirtuar la información que deberían canalizar y difundir con rigor profesional.

A esta falta de profesionalidad se suma la narcisista necesidad de protagonismo en los estudios centrales de los conductores en su interacción con los móviles en exteriores. Lejos de dejar que los cronistas desarrollen sus relatos con la información recabada, los animadores cortan constantemente los hilos narrativos para imponer sus propias opiniones y divagaciones.

Más que aportar datos contextualizados que enriquezcan lo aportado por los periodistas en el terreno, estos conductores incurren en innecesarias repeticiones y mensajes autorreferenciales con tono pontificio que reniegan de toda vocación informativa. Son meros actores que buscan figuración, para la cual además compiten entre sus colegas de panel a ver quién dice la última palabra o cierra el programa con el último saludo o frase “insignia”, generalmente cursi y hasta grotesca.

En síntesis, los principales noticieros televisivos argentinos han claudicado en su rol de informadores veraces e imparciales. Ahogados en la espiral amarillista, el sensacionalismo facilista y las falencias expresivas de sus conductores, la calidad del producto informativo se ha visto profundamente resentida.

Lejanía de los mejores ejemplos

En un marco de desapego a la virtud de los buenos valores por parte de las empresas de televisión y de la pobre demanda cultural de los televidentes, resulta difícil hoy por hoy revertir este lamentable estado de situación y retornar los noticieros a sus fuentes: la búsqueda y difusión de la información veraz, plural y contextualizada que la sociedad necesita para comprender su realidad y ejercer sus derechos cívicos con plena conciencia.

El reporter Esso y su conductor Armando Repetto (1963)
Armando Repetto

Lejos están estos formatos de la austeridad, rigurosidad, responsabilidad y profesionalidad nutridas en 1963, y hasta 1968, por “El reporter Esso”.

Sus ejemplares realizadores fueron el conductor, Dr. Armando Repetto, y el director, el periodista Luis Clur.

Fue el primer -e irrepetido por su calidad- gran noticiero de la TV.

En apenas 15 minutos emitían más veracidad, capacidad de síntesis y pluralidad informativa que la tendenciosa y limitada vacuidad de los 60 minutos de los noticieros de hoy.