La crispación y la prepotencia crecen. Ni la producción ni Telefé ponen límites severos. Ni los jugadores reaccionan. Mauro, la casa y el perrito Arturo lo padecen. Todo por audiencia y publicidad
La violencia, discriminación, intolerancia, insultos, agresiones, homofobia y otras sociopatías durante momentos cada vez más frecuentes dominan y alteran el clima de convivencia entre los participantes de Gran Hermano Argentina.
Tales excesos son protagonizados con mayor intensidad, y desmesura crecientes -sea por actuación o por descontrol emocional, o por ambas- por la jugadora Juliana “Furia”.
El blanco elegido por la colérica jugadora para sus últimas escenas es, sobre todo, Mauro, cuya sensibilidad y vulnerabilidad son afectadas, tal como se ve claramente en la pantalla.
Mientras tanto los demás jugadores permanecen completamente pasivos antes esos actos perturbadores, y a primera vista parecería que con tal actitud, los convalidan.
Pero en verdad prácticamente la totalidad de los jugadores, actuales y quienes salieron de la casa, han manifestado su hartazgo y, en mayor o menor medida, su condena hacia la iracundia de Juliana. En la mente de cada uno es más compleja la encrucijada que los acosa, cada vez más a medida que se acerca la etapa final.
El efecto desestabilizador de esas situaciones es que cuando la crispación se apodera del juego, éste deja de ser tal. No hay ánimo en ninguno de los cohabitantes de la casa para plantear pelea en términos parejos a esa dosis de violencia y amenaza, que se apoya además en un fandom que ha sido el sostén inamovible hasta ahora de la jugadora. Y todos lo saben.
Barra brava
Furia no tiene talento para el juego, sino una histriónica capacidad para manipular humores y situaciones. Esa es su fortaleza. Que acompañan sus acólitas/os con barra, aguante, apretadas y recaudaciones de fondos para votar nominaciones en el 9009. Podría ser barra brava de cualquier equipo.
La iracundia de Furia con Mauro. Gritos desaforados y un empujón. Sanción de GH. Del Moro no la pudo controlar
Crédito: MI Telefé/Gran Hermano (Video en Youtube.Programa 121- 05-05-2024)
Si GH fuera una muestra virtualmente estadística y sociológica de los comportamientos grupales e individuales de un universo bajo estudio, sobre esa base sería quizá oportuno interrogarse qué sucede en los pliegues profundos de la comunidad real, fuera de la casa.
El Truman Show de Gran Hermano
Parecería que el Truman Show de Gran Hermano se aproxima a la Argentina tangible. Aunque no es simétrica la simbología respecto de la que viven diariamente las personas comunes en el país concreto, hay muchas áreas de identificación que ofrecen una muestra por lo menos interesante. Para ensayistas.
Porque los participantes no son alienígenas. Aunque viven en un entorno cerrado y aislado del mundo exterior, son gente del común. Pero -solo como conjetura- si fueran actores profesionales, tampoco podrían sostener un rol ficcional durante meses en un ambiente completamente retirado.
Todos son objeto de una selección sesgada por GH hacia una caracterización grupal que conforme un modelo llamativo para el público y funcional a la generación de contenidos.
Sus contenidos son apoyados por un guión, jamás revelado al público pero apuntado a los jugadores fuera de cámaras, para dotar y amañar al producto con el fin de asegurar la mayor atracción de audiencia y la más abultada pauta publicitaria posible.
El propósito básico es provocar efectos en el morbo y la atención de la audiencia. La fantasía de espiar la intimidad ajena.
Tales contenidos y efectos son parte del canon inherente a la industria televisiva, en tanto el rating es la contraparte de la publicidad.
Calidad técnica y operativa
GH es un originalísimo formato, de excelentes calidades de tecnología, locación, ambientación, edición y de una excelente dirección de cámaras, entre otras virtudes propias de la mejor televisión.
Combina, de modo revolucionario en la TV mundial, el fenómeno del realismo y acceso en vivo a la privacidad de un grupo elaborado de personas, con el ingrediente clave que está implícito en su propio formato: es un “reality SHOW”. Y “show” es televisión pura.
GH es televisión “natural”, utiliza todos los recursos y atributos propios del lenguaje televisivo, y lo hace con gran profesionalidad.
Se puede definir como un programa de televisión que pretende guionar las vidas reales. Lo cual no siempre resulta. A veces el guión quita efecto a la realidad, o al contrario, la realidad supera a la fantasía.
Lo cierto es que ni uno ni otro ingrediente son hegemonía. Las personas reaccionan de los modos más singulares, y ningún casting o guión puede (todavía…) manipular las mentes humanas.
Los castings convocan en su apertura a cientos de miles de interesados, con procedencias de sectores económicos, identitarios, etarios y culturales dispares. Esta temporada tuvo 120.000 aspirantes preseleccionados entre otros cientos de miles.
Una producción inconsistente
Pero el GH de la actual temporada tiene fisuras y debilidades en la producción, que no siempre acierta con los resultados que provoca el casting cuando se abre el juego en el aire. Y entonces el guión o el proyecto quedan inservibles. Tras lo cual apelan a sacar conejos de la galera que distraigan la atención puesta en el efecto fallido. Y pongan el foco en una nueva zanahoria.
La primera secuela de esos desaciertos, que admitieron muy tarde, fue el impacto negativo de Furia y sus escándalos. Pese a su poderoso apoyo afuera de la casa, y al jugoso rating que aportó su contenido sensacionalista, la colérica jugadora ha sembrado odios y tempestades. Y se va despejando el clima y quedan a la vista los daños colaterales.
Las redes sociales hierven
El televidente lo advierte y se queja. Las redes sociales hierven de reclamos, sospechas sobre la transparencia, y repudios por las variaciones en la esencia de GH: piden convivencia, armonía, confrontación y competencia vigorosa pero respetuosa del otro, y capacidad de adaptación.
Esta temporada los productores erraron en el perfilado del grupo. Si bien buscaron un clima más agresivo y especulador en el juego que el dado en el ciclo anterior, quedaron atrapados por el contraste entre un personaje indomable y riesgoso como Juliana, y el resto del elenco, que falló en la confrontación y competencia buscada y fue un fiasco por la pasividad ante esa dura adversaria y su fandom cautivo e incondicional como ningún otro.
Indudablemente este Gran Hermano 2024 fue y es un éxito comercial. Hegemonizó la audiencia del horario central y recuperó buena parte del share nocturno de la flojísima TV abierta, que a falta de ficciones ha quedado desvalida.
Pero hoy, minuto a minuto, ese frankestein se volvió un pesado dilema, que más allá de la eficacia en audiencia y en la recaudación, enfrenta al producto y su imagen a una presión y condena en la opinión pública que está obligando a replantear el armado. Descubren que la violencia y la iracundia pueden no ser rentables a largo plazo.
Aunque no se trata este artículo de un análisis de estadísticas ni de sociología, ni lo pretende, sí es la observación del mero espectador, que expresa una interpelación.
Interpelación del público
La que inquiere si conductas como la de Furia son, en algo, representativas de un sector determinante y hasta dominante, cuyo paradigma es la vulneración, el quebrantamiento extremo y violento de toda norma o etiqueta social y cultural. Un mesianismo de la propia persona que lo ejerce, bajo el dogma de que su verdad es excluyente de toda oposición.
En tal hipótesis, el espectador se pregunta si la pasividad del resto de los jugadores ante las pataletas descontroladas de Furia es un signo de la disfuncionalidad, del miedo y del embotamiento de los demás participantes ante situaciones de agresión, prepotencia y avasallamiento.
O es nada más que indiferencia y desdén ante un estado de las cosas cuyos efectos no los afecta porque el objetivo de cada uno es su propio y privado juego individualista.
En ambas conjeturas, la triste inferencia que cabría es que en este GH la violencia en diversas formas supera en potencialidad a la capacidad de coexistir en armonía.
Porque aunque no son permanentes las escenas de violencia, prepotencia, insultos, discriminaciones y demás exabruptos, si son graves e intensas y perturbadoras al extremo cuando ocurren.
Arturito, vida de perros
A la persistencia de soportar la penuria por los ambientes violentos y amenazantes de Furia, se sumó esta semana el perrito Arturo, que asiste inocente e indefenso a los desenfrenos de la jugadora. Que incluso el domingo de la gala llegó a alzar su mano frente al perro -no se sabe con qué intenciones-, en una escena que fue inmediatamente cortada de la transmisión.
El adorable animal fue rescatado de una vida de maltratos y sometimiento a carreras de galgos y es un ser vulnerable que necesita protección y cuidado y que encontró en el “Chino Martín” su benefactor.
En la noche del lunes, sugestivamente, el conductor Del Moro avisó a Martín que desde ese momento era “dueño” del animal, con lo cual advirtieron que lo responsabilizan al jugador de todos sus cuidados, y eluden así toda obligación sobre su protección y atención.
Sin embargo, el refugio Huellitas Perdidas llevó a Arturito a GH “solo en tránsito”, por lo cual no fue donado, ni podría tener aún un dueño.
Esa repentina aclaración de Del Moro tenía como motivación el posteo en Instagram que publicó la ONG Huellitas Perdidas, que es otra expresión del repudio y preocupación que causa el clima hostil y crispado de la casa por las desmesuras de Juliana.
“Nos equivocamos” con GH
La entidad de rescate de animales informó públicamente que “no fue correcta la decisión (del ingreso del perro al programa como su hogar de tránsito), siendo que se sobrepasaron límites, desde que lo que nos respecta, no son sanos para Arturo. Nos equivocamos”, afirma.
En busca de un hogar
Crédito: MiTelefé/Gran Hermano (Captura de video)
El duro comunicado de Huellitas Perdidas añade con más exigencia: “Solicitamos inmediatamente a la producción de Gran Hermano Argentina la restitución del perro, poniendo a disposición, por parte de esta agrupación, hogar de tránsito, cuidados necesarios y posterior adopción, supeditada a su correspondiente formulario de adopción”, continúa el comunicado. Asimismo, expresaron que previa a su incorporación al programa, el cachorro fue cuidado por las proteccionistas que conforman el grupo, quienes esperaban brindarle una vida mejor.
“Desde ya queríamos informar que el perro siempre estuvo a resguardo de cualquier tipo de acto agresivo y en permanente control por parte de un equipo de profesionales en la materia, aun así, siendo que acontecieron hechos de público conocimiento, ya no es un lugar apto para Arturo, como no lo sería para ningún animal que los padezca”, concluye.
Sin embargo, la producción de GH se ha negado hasta ahora a cumplir con lo demandado por la entidad, que ha recurrido al asesoramiento legal con el fin de recuperar el animal para su tránsito en otro ambiente.
Si estas precarias observaciones tuvieran algo de certeras, GH sin quererlo hace un aporte a la lucidez acerca de qué les pasa a algunas personas cuando viven esta experiencia morbosa.
Porque se trata solo de un programa de TV
La duda surge, precisamente, fundada sobre la base de la categoría de “solo un programa de televisión”, lo cual es obvio. Pero, entonces ¿no debería cuidar ciertos límites en respeto y resguardo de su audiencia? ¿No existe una ética de los contenidos cuando estos se dirigen a todo público en todo horario y sin exclusiones?
Porque es una falacia la transparencia de los contenidos, el “se ve todo”. La argumentación, de que supuestamente todo está a la vista de todo el mundo en el streaming de DirectvGo gracias a las 60 cámaras activas todo el día, se derriba cuando esa señal en verdad solo ofrece tres cámaras a elección del televidente, que permanecen en el aire sólo el tiempo que el programa dispone. Que a la vez sufren la frecuente interrupción de las emisiones cuando se ven escenas y oyen conversaciones “no convenientes” (para el guión o las reglas).
¿La doble vara es la regla?
El conductor Santiago del Moro desdibuja su papel en desprolijidades y confusas explicaciones sobre instancias del juego, y ve desafiada su autoridad cuando Furia lo desoye y grita sin control ante su actitud permisiva. Postura muy reprobada en las redes sociales por adictos al programa, que le recriminan que sostuvo numerosas actitudes de tolerancia ante los excesos de Furia. Y también ante los desbordes de Catalina y otros jugadores de conductas agraviantes y violentas.
El locutor de voz engolada que hace del Gran Hermano -así como Del Moro- tiene una consigna que repite, y que expresa el mensaje que se origina en la producción: la convivencia no tiene censura, los jugadores tienen absoluta libertad para hacer y decir lo que se les ocurra, y el juego es de adaptación a la realidad interna.
Pero raramente aclaran que ese marco de referencia tiene la salvedad de que no se violen ciertas reglas del programa (nada claras ni jamás publicadas), entre las cuales está la que señala -al menos no fue corregida ni desmentida- que los participantes nunca podrán intimidar, amenazar ni actuar con violencia contra sus compañeros de juego.
La violencia gana
Ante este panorama, parece muy claro que, como se dijo antes, en este GH la violencia en diversas formas supera en potencialidad a la capacidad de coexistir en armonía. O sea, triunfa la violencia.
Lo lamentable y dañino para el público es la laxitud y flojedad que ante este extremismo demuestran las autoridades de Telefé y la producción de Gran Hermano.
Como quedó en evidencia el domingo 5 de mayo cuando en la gala de eliminaciones Furia desplegó toda su artillería de groserías, insultos, violencia y desequilibrio.
Fue tal la gravedad, y tanta la acumulación de episodios como éste que no fueron amonestados ni penalizados, que el Gran Hermano anunció la primera sanción contra ella en la historia de esta temporada, que consiste en que estará nominada hasta el fin del ciclo.
Entonces, cabe otra vez preguntarse: ¿si esta situación se ha repetido numerosas oportunidades con la misma o mayor gravedad, por qué no se actuó?
Porque si se actuó ahora es porque está homologada la regla. ¿Antes no lo estuvo?
La conclusión implica, al menos a priori, que a la convivencia y la adaptabilidad -o sea, la esencia de GH- les gana la violencia. Todo porque el rating justifica los medios.